Unas palabras sobre el artículo del Zorro de abajo

  • martes, julio 10, 2018
  • By Farsa de Juicios
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En nuestro país la ultraderecha viene desenvolviendo una campaña sistemática para acabar con el estado de derecho e imponer una dictadura abierta.

Esta realidad viene siendo reflejada por distinguidos intelectuales de nuestra patria, de ahí la importancia que adquiere la lectura de este artículo de SINESIO LÓPEZ “La política como guerra.” Publicado en La República de fecha 24 Mayo 2018 (https://larepublica.pe/politica/1248299-politica-guerra).

Allí denuncia cómo en el fujimorismo “practican la política como guerra de baja intensidad”, por lo que es normal que apliquen las emboscadas para derrotar al enemigo, y si no hay pruebas hay que fabricarlas como lo hizo el general Donayre ‘experto en emboscadas’ -como el mismo lo dijo-, no importa que en esa operación militar caigan civiles, como pasó con la señorita que trabajaba en el LUM, al fin y al cabo para un militar de su calaña, son “daños colaterales”.

Y emulando al padre de la propaganda nazi Joseph Goebbels aplican el “miente, miente que algo queda,” para eso han engendrado el “terruqueo” que es la estigmatización, la infamia, la mentira, el odio como armas siniestras para aniquilar al enemigo; por eso a los periódicos que denuncian sus planes y muestran su podredumbre en sus portadas los califican de “portada terrorista”, y a los congresistas que defienden el Estado de derecho y se oponen a sus nefastos designios de imponer una dictadura abierta los tildan de “pro terroristas”; a los maestros que luchan contra la explotación capitalista los llaman “terroristas”, igual a los estudiantes que defienden su derecho a la educación; no se les escapa ni los cineastas aunque se encuentren muertos: como a la película La casa rosada le imputan de “apología del terrorismo”; a cualquiera que haga una obra teatral y denuncie lo que ocurrió con cierta objetividad, los califican de igual forma. Y si alguien quisiera estudiar el proceso de guerra interna que vivió nuestro país de 1980 a 1992 y buscase explicarse de manera científica lo que sucedió en nuestro país estaría incurso en el delito de “justificación” del Terrorismo.

Todo esto ha ido aparejado con la dación de leyes que endurecen la lucha contra un terrorismo inexistente cuyo único objetivo es contener la opinión divergente, la protesta popular, para imponer un estado policiaco de dictadura abierta al servicio de la gran burguesía capitalista y el imperialismo.

Para lograr estos nefastos objetivos han fabricado un juicio político contra los dirigentes del PCP, violando las normas elementales de un estado de derecho, con tribunales de excepción que aplican el derecho penal del enemigo. De esa manera sientan precedentes para aplicarlo a los enemigos de hoy: los demócratas, los que divergen, los que luchan por sus derechos y contra la explotación capitalista.

De ahí la importancia que adquiere este juicio, donde de manera ejemplar el doctor Abimael Guzmán Reinoso ha defendido la ideología del proletariado, porque el pensar no puede ser perseguido y menos penado, eso va contra la libertad de pensamiento que es un pilar del estado de derecho; ha defendido al PCP contra la vil imputación del delito de narcotráfico cuyo objetivo es impedir la libertad de algunos y desprestigiarlos a todos, para escarmentar al pueblo y los revolucionarios.

Muy importante el artículo de Sinesio López, muestra una situación que se viene desarrollando ante nuestros ojos y que algunos sectores del pueblo -cegados por la propaganda ultraderechista encabezados por el fujimorismo- repican y se unen a esta campaña; hace ya buen tiempo cuando comenzó la farsa del nuevo juicio caso Tarata y paralelamente empezaron las campañas, recordamos los poemas de Bertold Brecht destacando la necesidad de combatir el embate ultraderechista. Porque tras un inexistente terrorismo, atacaban al Movimiento por Amnistía y derechos fundamentales. Luego, después de 25 años volvieron a denostar a los dirigentes del PCP para ensalzar a sus “héroes de la democracia”. Sin descanso no más enfilaron sus baterías contra los que cumpliendo sus condenas draconianas salían libres; y actualmente desarrollan campaña contra los ya condenados, para repetir la cadena perpetua a unos y para impedir la libertad de quienes que ya cumplieron su pena. Esas campañas de la ultraderecha no han cesado hasta hoy y van más allá de la persecución a comunistas y revolucionarios por sus ideas, ahora, diríamos como el poema:

“AHORA VIENEN POR MI,
(que no sea)
DEMASIADO TARDE”




El fujimorismo y la ultraderecha no hacen política sino guerra de baja intensidad o, para decirlo con más precisión, practican la política como guerra de baja intensidad. Sus herramientas preferidas de acción no son el discurso dialogante, la propuesta programática, el debate ideológico, la argumentación crítica y racional sino la sorpresa y la emboscada. Apelan a las Mamaniadas y a las Donayreadas y a cualquier forma de Montesinismo para enfrentar a sus enemigos y las celebran como si fueran el súmmum de la política. Sus héroes son Montesinos, Mamani y Donayre.

No tienen adversarios con los cuales disputar democráticamente el poder sino enemigos a los que hay que aniquilar. ¿Quiénes son sus enemigos?. En general, los que no piensan como ellos y, en particular, los terroristas o ex-terroristas, los marxistas, los izquierdistas y los caviares, entre los cuales no reconocen diferencia alguna. Todos son lo mismo: Son terroristas o defensores de terroristas. La forma más socorrida a través de la cual establecen los linderos de la enemistad política es el terruqueo.

Sus enemigos son siempre malos y, por esa razón, tienen que ser aniquilados. Mezclan la política como guerra de baja intensidad con la ética (o con la religión) y la convierten en fundamentalismo. Todo enemigo es malo (o es el demonio) y tiene que morir. No hay reglas de la guerra. El enemigo ya se rindió. No importa: tiene que morir porque es malo. Ya cumplió su condena de 25 años. No importa: Tiene que seguir preso y para eso hay que inventarle otros delitos.

La política como guerra de baja intensidad es permanente. Nunca acaba. El terrorismo ya fue derrotado, pero sigue siendo una amenaza. Por eso hay que seguir combatiendo al terrorismo y a sus supuestos aliados. El fujimorismo y la ultraderecha buscan generar miedo (en la gente) que justifique su guerra de baja intensidad y la construcción de un régimen autoritario, si no totalitario. Es el miedo para continuar con la guerra y para matar y morir. No es el miedo para acabar con la guerra de todos contra todos, para sobrevivir y pactar por la vida de todos, para construir un orden de paz con nuevas reglas e instituciones, como el de Hobbes. En realidad, Hobbes combina el miedo y la confianza en la construcción del Estado moderno.

Todas estas características políticas revelan que el fujimorismo y la ultraderecha son tributarios del pensamiento reaccionario (la política como guerra) en el campo de la política tal como ha sido asumido por Montesinos y algunos asesores del militarismo que han llevado hasta la distorsión las ideas reaccionarias de Carl Schmitt. Este pensaba que para entender la política hay que pensarla, no como guerra, sino desde la guerra y que es condenable la concepción de una enemistad absoluta que conduce a una guerra sin reglas.

El fujimorismo y la ultraderecha combinan el pensamiento reaccionario en el campo de la política con el pensamiento conservador (la defensa de la vida, con mis hijos no te metas, la ideología de género) en la vida social. Una combinación explosiva y peligrosa para la democracia.

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