EDAD: 73 AÑOS
SENTENCIA: 25 AÑOS
TIEMPO DE PRISIÓN: 29 AÑOS
SENTENCIA: 25 AÑOS
TIEMPO DE PRISIÓN: 29 AÑOS
Nació en Cusco,
1945.
Estudió en la Escuela Fiscal de
Romeritos y la GUE Inca Garcilaso de la Vega (Cusco), así como la GUE Mariscal
Cáceres (Ayacucho).
Se incorporó a la Juventud
Comunista el año 1962 en el Cusco y al Partido Comunista del Perú en Ayacucho,
el año 1965.
Fue Profesor Auxiliar de
Antropología en el Departamento de Ciencias Histórico – Sociales de la
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, en las asignaturas de Teoría de
la Investigación, Historia de las Ideas Políticas del Perú y América y
Pensamiento Mariátegui. Posteriormente trabajó en la Universidad Nacional del
Centro Huancayo.
Desde junio de 1988 se halla en
prisión (penales de Canto Grande, Yanamayo y Piedras Gordas)
Osmán Morote Barrionuevo, acusado
y sentenciado por el llamado “terrorismo”, a 25 años de prisión, pena que
cumplí hace cuatro años, pero soy retenido ilegal y abusivamente, con el
expediente de incorporarme a otros procesos judiciales, por la expresa disposición
del entonces Presidente Ollanta Humala, usando el expediente de “detención
preventiva”; me dirijo al pueblo y la opinión pública para denunciar el abuso
político y legal en mi contra y la de otros presos políticos, negándonos todo
tipo de derecho ciudadano.
Fui detenido el 11 de julio de
1988 en Lima, torturado reiteradamente por la Dircote, la llamada policía
antiterrorista, tuve que ser llevado al Hospital para medicación y luego
depositado en el Penal de Canto Grande, Lima.
Fui mantenido un largo tiempo
aislado. Sometido a aislamiento hasta el año 91. A mediados del 91 fui
trasladado al pabellón 4B. Tras el primer juicio en el que logré ser absuelto,
el llamado Comando Rodrigo Franco asesinó a mi abogado Dr. Manuel Febres
Flores. Y luego esa sucesión de asesinatos prosiguió contra otros de nuestros
abogados, el Dr. Terrones, el Dr. Vásquez Huayca.
Paralelamente los aparatos
represivos del Estado Peruano desarrollaron acción represiva genocida contra
mis familiares y amigos, y particularmente contra mi suegra y mis hijos. A mi
esposa Teresa Durán Araujo la detuvieron en Huancavelica, y la desaparecieron.
En el segundo juicio tras dura
contienda legal, y contra la intervención policial descarada, fui sentenciado a
18 años. Mi abogado el Dr. Jorge Cartagena Vargas fue herido en la cabeza por
elementos del servicio de inteligencia, su carro volado, y él que sobrevivió
fue puesto en prisión, donde falleció tras larga enfermedad.
El Estado Peruano empezó una
acción sistemática para intervenir en el Penal de Canto Grande, con el pretexto
de “traslado de internas mujeres a otro penal”. De inmediato las agresiones se
dirigieron con acciones policiales contra el Pabellón 4B de varones. Sucesivas
intervenciones policiales contra ambos pabellones, generaron daños físicos y
destrucción de bienes. Por lo que se hizo la gestión para la intervención de
organismos internacionales, y se firmó un Acta que dejó sin base las
acusaciones del Estado y sus fuerzas represivas.
A pesar de la creciente exigencia
de familiares, abogados y hasta de entidades internacionales, de aceptar
garantes para que el traslado se realice sin abusos, el Estado preparó su plan
genocida. Atacó con personal del Ejército y la Policía, usando armas y
explosivos de gran potencia, durante 4 días. Las autoridades actuaron con tal
desprecio por la vida de los prisioneros, que los heridos en los primeros días
que fueron extraídos del pabellón y puestos en la “rotonda”, patio central,
fueron abandonados allí hasta el final, a pesar del acuerdo con la llamada
“Fiscal”, que debían ser llevados a un Hospital, por la gravedad de las heridas
que tenían.
Finalmente quedó evidente que en
Canto Grande querían hacer, lo que hicieron en El Frontón, años atrás: Demoler
las estructuras para enterrar a los casi 600 prisioneros. A los cuatro días de
resistencia, optamos por salir. Ya todo ello ha sido visto en el Proceso ante
la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado peruano:
Ametrallaron a los que salían primero, y luego la matanza fue selectiva, con las
listas hechas por Fujimori y su “Servicio de inteligencia”.
Pero no todo terminó ahí: Se nos
mantuvo largos días sobre la arena de la llamada “tierra de nadie”, se nos
aisló posteriormente a los heridos a unas celdillas, sin mayor atención médica.
A palos se llevó a otros al patio del pabellón 1A, y se los mantuvo casi 1 mes
en el descampado.
El 5 de junio en medio de una
paliza interminable de la policía en el traslado, y de personal del Ejército en
nuestro traslado desde Juliaca hasta Yanamayo, llegamos a lo que sería lugar de
permanencia durante la siguiente década.
Curamos y supervivimos gracias a
nuestra decidida voluntad por vivir, fortalecida por la ideología, política y
organización; y al esfuerzo que hizo la Cruz Roja Internacional, por proveernos
de atención médica y cuestiones elementales para nuestra supervivencia. Varios
meses después finalmente llegaron, después de grandes sacrificios, nuestros
familiares. Nos alegró que unos meses luego la entidad internacional nos
expresara su reconocimiento por el espíritu de solidaridad, y el orden y
trabajo, que expresábamos.
El Estado peruano luego de
perpetrar el genocidio en Canto Grande, culpó a un grupo de prisioneros. El
juicio respecto al genocidio, el proceso es ‘ejemplar’: Primero los “juicios
sin rostro” nos sentenciaron a cadena perpetua, en juicios de 10 minutos para
cada uno. 10 años después, con la inconstitucionalidad de la legislación
“antiterrorista” ganada por los familiares y prisioneros y ya teniendo la
decisión favorable de la Corte Interamericana, hicieron en Lima el nuevo
juicio, donde nos absolvieron, considerándonos más bien “víctimas” del Estado.
Y ahora se lleva adelante el juicio contra los jefes militares y policiales que
concretaron el genocidio.
Desde el 2003 en que fuimos devueltos
a Lima se han sucedido varios juicios en nuestra contra. El 2006 debía cumplir
la sentencia impuesta de 18 años, pero el Poder Judicial, me incorpora al
llamado “megaproceso” el 2005 en la que fui sentenciado a 25 años el máximo
legal de la pena en mi caso.
Finalmente, al estar por cumplir
la sentencia impuesta de 25 años en junio del 2013, el Estado peruano con el
presidente Humala que lo encabezaba pusieron en marcha su plan reaccionario de
nuevos procesos judiciales, como lo anunciara con cinismo y desparpajo el
entonces Primer Ministro Juan Jiménez Mayor en el Congreso de la República en
agosto del 2012 “debemos impedir la salida de Osmán Morote de la cárcel”. Y en
cumplimiento de tal disposición el entonces Procurador antiterrorista Julio
Galindo declaró: “Mi despacho, con un grupo de abogados, preocupados porque ya
se vencían los plazos de los miembros de la cúpula, nos apersonamos a Ayacucho,
empezamos a revisar expedientes complejos que no han sido judicializados. Entre
ellos encontramos el caso Soras”.
A lo que se suma la acción de la
actual Ministra de Justicia Marisol Pérez Tello, cuando congresista y
presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso en noviembre 2012 declaró:
“Creo que hay otros caminos. Por eso hemos trabajado en la judicialización del
caso Soras… con este juicio Osmán Morote y otros terroristas pasarán más tiempo
en la cárcel. Esto puede permitir en términos de sentencias que, por ejemplo,
Osmán Morote que iba a salir en libertad, si es que se le acredita su vínculo
por autoría mediata pueda permanecer hasta 10 años más en prisión”. “Pensábamos
que 17 años no iban a pasar nunca, pero ya pasaron y tenemos que estar listos”.
Y ese plan sigue en marcha
hurgando todo lo que consideran sirva para tejer telarañas judiciales.
Así el ardid es de retenernos,
como hoy, con sucesivas “detenciones preventivas”. Yo ya cumplí la pena de 25
años, me retienen arbitrariamente 4 años. Tres “detenciones preventivas” me
impiden salir, a pesar de haber cumplido la máxima pena posible, en el momento
en que fui detenido. Y esas tres se han formulado, a pesar de que en el caso
Tarata se ha probado judicialmente que no fue responsabilidad del CC, y yo
estaba herido y aislado desde dos meses antes en Yanamayo y no existe ningún
elemento válido y real para incluirme en el proceso.
Sobre la ejecución penal, de nada
sirve la progresión de “ordinaria mínima”. Me han recluido con internos de otro régimen, en un
bárbaro hacinamiento, y cada vez más obstaculizándome la visita familiar y
negándome la visita de amistades que corresponde legalmente. Todo trámite con
autoridades es enredado, sin fin.
Mi gratitud al pueblo por su
apoyo solidario en la lucha porque se respete nuestro derecho a la libertad.
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